Me complace. Me gusta leer lo que dicen unos y otros. Me interesa comprender la pluralidad de ideas y de opiniones. El estar a caballo entre una y otra ciudad, además, siendo canario, me ha hecho comprender la diversidad, la pluralidad, lo que distingue pero también todo aquello que nos une que es mucho, muchísimo. La riqueza de España es la riqueza de las Españas. Me gusta. Me complace. También me entristece. Mucho. La lectura de los artículos de opinión en el periódico de referencia de Cataluña escritos por los más conspicuos intelectuales producen un profundo vacío. En eso se ha convertido la inteligencia. En eso se ha convertido el opinador con ciertas luces, cultura, conocimiento y títulos. Me aterra. El vacío, aterra. El vacío de las ideas substituido por el hooliganismo más estrafalario. La muerte de las ideas, como siempre han deseado los fascistas. La muerte. Sólo nos queda asistir a su entierro que, se augura, patético e, incluso, terrible. No me cabe en la cabeza que intelectuales de primer nivel hablan del "fundamentalismo constitucional" y que, además, lo utilicen como argumento contra aquellos que critican (y criticamos) la independencia y el pacto fiscal. El fundamentalismo constitucional. No se si, en realidad, es una crítica o un piropo. Quién nos iba a decir hace unos años que el gran problema de España era el fundamentalismo constitucional. Hemos avanzando, por consiguiente, mucho. Los constitucionalistas creemos, además, mucho, en la Constitución. Quien así habla del fundamentalismo constitucional conoce sobradamente la realidad política y constitucional norteamericana. Seguro que sus amigos americanos no entenderían que sus palabras fuesen una crítica. Allí que, incluso, se defiende por ilustres magistrados del Tribunal Supremo (Scallia y Thomas) el originalismo más estricto. Es célebre la reciente polémica organizada alrededor de unas confusas palabras de Thomas sobre si los negros se pueden considerar incluidos en "We the people" que comienza la Constitución norteamericana. Nosotros no hemos llegado a tanto. Hemos avanzado mucho. Nuestra democracia es hoy avanzada, consolidada y muy desarrollada. Se entiende que los que no comparten nuestras reglas, nuestros principios democráticos y nuestras reglas constitucionales nos acusen de fanatismo. Viva el fanatismo constitucional. Al menos, es el fanatismo por aquello que nos ha consolidado como Estado de Derecho y democrático. Un fanatismo muy distinto de aquél que nos critica.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
Comentarios
Publicar un comentario