La lectura de unos y otros escritos a veces depara encontrarse con unas de esas perlas que te hace meditar. No recuerdo ni en qué documento la encontré, tampoco he averiguado la corrección de la misma. La perla encontrada atribuye a Ortega la siguiente afirmación: «En España para persuadir es menester
antes seducir». Es una afirmación carga, en el fondo, de una crítica. La persuasión en España es el fruto de la seducción. Y la seducción no entiende de razones, entiende de, tal vez, la belleza, la armonía, ... la estética. La persuasión en España sería la obra de la estética, e, incluso, algunos, podrían añadir la frivolidad. Un hombre o una mujer guapa tendrían mayor capacidad de convicción que otro con menores atributos. Esta podría ser la conclusión. No estoy tan seguro que hoy siga siendo cierta. Es posible que se siga requiriendo cierto grado de seducción pero la persuasión requiere algo más. Los tiempos han cambiado, un poco, al menos, desde los tiempos de Ortega. Hoy la idea preconcebida que se tiene es que la belleza del ser humano no está acompañada de la inteligencia. Una muestra del cambio de los tiempos. Podría ser. También podría entenderse que la seducción a la que Ortega se refería no es necesariamente la estética. Se podría estar refiriendo a la capacidad de atracción, incluso, irracional, de ciertas ideas. La seducción intelectual es la que arrastra la persuasión, el convencimiento. Una buena y atractiva exposición de las ideas refuerza su capacidad de convencimiento. Aquí la modernidad del filosofo es total. En la cultura multimedia en la que vivimos la potencia de una idea está directamente relacionada con su atracción, incluso, medial. Así pues, tanto antaño como hoy, la persuasión necesita de la seducción, más o menos estética o más o menos filosófica.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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