La crisis tiene distintas manifestaciones. Más preocupantes son las soluciones. En la Universidad de Valencia han decidido re-concentrar los alumnos, en este caso, de Derecho administrativo II (La Universidad de Valencia inicia el curso con grupos que triplican el aforo del aula) en una única aula. El resultado es el esperado. El caos. Si hay matriculados casi 800 alumnos, por mucha que sea la ausencia en las clases presenciales, nunca llegará a menos del 50 por 100, con lo que, se pueden encontrar con grupos efectivos de cuatrocientos o más alumnos. Un disparate. Este tipo de soluciones son las que desacreditan todos los esfuerzos de racionalización que hay que hacer, y además, muchos, en el sector público y, en particular, en las Universidades. No es razonable que en España haya operativas 77 Universidades (Universidades españolas - Ministerio de Educación, Cultura y Deporte). Es un exceso que sólo puede alimentar el gasto ineficiente. Ahora bien, la respuesta no es multiplicar, hasta el infinito el número de alumnos de una asignatura. No es razonable. Se confirma la ley de Bachelard (Artículo Wikipedia) de la bipolaridad de los errores: un error está alimentando el otro de signo contrario.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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