La política nos ofrece, lamentablemente, ejemplos notables de asimetría moral: lo que te exijo a ti, no me vale para mi. La regla moral es, en política, unidireccional: sólo vale para el enemigo. Hay varios ejemplos notables. La superioridad moral de la izquierda, frente a la derecha que tiene distintas manifestaciones como que la derecha es insolidaria, clasista, machista y corrupta, entre otras tantas cosas. Hay ejemplos igualmente destacados que desautoriza este tipo que sólo sigue siendo válido para aquellos que no quieren pasar de la superficie de las cosas y de los problemas. A esta asimetría moral hay que añadir, entre nosotros, la superioridad moral del nacionalismo catalán respecto del denominado españolismo. Lo que a este se le exige, no incluye, en cuanto a su ámbito subjetivo de aplicación, al propio nacionalismo. Es un mal común al nacionalismo: la "nación" oprimida por este mismo hecho disfruta de un superior status respecto de la nación opresora. Estos días nos hemos desayunado con otro ejemplo (TV3 simula atentar contra el Rey, Millet y Sostres). Todos nos podemos imaginar qué es lo que habría sucedido si las imágenes fusiladas fuesen las de los dirigentes del nacionalismo. Me imagino las manifestaciones, y cómo las redes sociales se incendian ante tamaño atropello a los derechos. La confirmación, una vez más, de la opresión. En cambio, si son los medios nacionalistas los que lo hacen se trata de un error. Un error, un lamentable error. Cierto, un lamentable error.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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