El Gobierno comienza a moverse (España pide a la CE una única voz sobre Cataluña y que se ajuste a los tratados). Es imprescindible el pronunciamiento de las instituciones de la Unión. La ambigüedad alimenta el monstruo. Las instituciones deben explicar con claridad qué es lo que sucede con los nuevos Estados surgidos de la secesión y, en particular, si esta es unilateral. Ya no se trata, sólo, de preservar la integridad territorial, sino, sobre todo, de preservar el Estado de Derecho. Una posible admisión, expresa o implícita, de la unilateralidad, y la Unión estará condenada a muerte. El efecto emulador acabaría con la posibilidad de la Unión europea. No se está jugando, sólo con la unidad de España, sino con algo, incluso, más importante: el principio de legalidad y de constitucionalidad en el seno de una organización de Estados democráticos. La ruptura de estos principios desencadenaría unas consecuencias de resultados imprevisibles. Es hora de que hable claro.
En el momento presente con la corrupción como uno de los grandes protagonistas, uno de los temas de debate es el relativo a su fuente, su origen, al menos, psicológico. Dos palabras aparecen como recurrentes: avaricia y codicia. Son palabras muy próximas en su significado pero distintas. Según el Diccionario de la Lengua española, avaricia es el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". En cambio, codicia es el "afán excesivo de riquezas." En ambos casos, se tratan de afanes, deseos, impulsos que tienen por objeto las riquezas. Las diferencias se sitúan, en primer lugar, en el cómo se hacen realidad tales impulsos. En el caso de la avaricia, es un deseo "desordenado". En cambio, de la codicia nada se dice, sólo que es "excesivo". Sin embargo, también el exceso está presente en la avaricia. Es más, se podría decir que el afán desordenado es, en sí mismo, un exceso. Así como también lo es el deseo de atesorarlas. En e...
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